Examen pendiente

–Le estaba buscando para hacer el examen pendiente –le dijo.

–Ve a la clase.

–¿Allí los vamos a hacer?

La profesora no respondió, sino que comenzó a buscar los papeles en su carpeta. Espero a que la chiquilla se hubiera alejado para decirles algo a sus compañeras.

–Estoy en el aula de 3º A. Algunas alumnas tienen que recuperar –dijo.

Nadie pareció escucharle.

Salió de la sala de profesoras y comenzó a recorrer el largo pasillo. Estaba en penumbra. Había caído la noche. Y sólo eran las cinco y media. Allí al fondo vio una puerta abierta, por la que salía un reguero de luz.

La alumna se había sentado en una silla, y tenía preparado un bolígrafo.

–¿No será muy difícil?

La profesora no dijo nada. Le tendió el folio. Después le tocó las manos. Las tenía heladas. Siempre las tenía heladas.

–No me va a dar tiempo –musitó la chiquilla.

Le acarició el cuello. Era tan suave. Sin embargo, no le gustaba el pelo. No, no le gustaba. Era demasiado fino. La niña trataba de escribir, ignorando las caricias.

–¿Hay que corregir las falsas?

Le metió la mano por el escote y notó la presencia del sujetador. Lo tenía apretado. Por fin consiguió meter la mano por debajo y comenzó a acariciarle los senos. Bajó la cabeza y le besó en el cuello. La alumna había dejado de escribir y permanecía sentada.

Sacó la mano del escote y la bajó más y más. Notó el vello. Lo tocó. Después, le besó en la boca. Había algo perturbador en aquel frío.